Estos tres artículos publicados en el diario ABC de España, trata nuevamente el problema tan apasionante como palpitante del universo; en concreto estás últimas investigaciones demuestran una vez más que la materia la materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma. NO SE PUEDE identificar universo = materia, el universo que conocemos es sólo la parte de la materia que el hombre ha llegado a observar y que está empezando a conocer; más allá de eso, antes de Big-Bang y después de él, ha existido, existe y seguirá existiendo materia de una u otra forma. La otra cuestión importantísima que se desprende de todo ello, es que el hombre jamás logrará la verdad absoluta acerca de la materia, pretender verdades absolutas es creer en entidades metafísicas.
Imagen del espacio profundo tomada por el telescopio Hubble
Existió otro antes del que conocemos y es plano: recientes investigaciones de prestigiosos científicos trastocan lo que creíamos saber sobre el Cosmos
Dos investigaciones diferentes que han visto la luz durante los últimos días podrían llegar a cambiar mucho de lo que sabemos, o creemos saber, sobre el universo en que vivimos. El primero, firmado por el británico Roger Penrose, uno de los físicos más brillantes de nuestro tiempo, cuestiona la idea generalizada de que no puede haber un "antes" del Big Bang, ya que los mismos espacio y tiempo se crearon, igual que la materia, durante aquella gran explosión primigenia. Penrose, de hecho, asegura haber encontrado indicios de otro universo anterior al actual. Lo que convertiría al nuestro en una simple etapa (que Penrose llama "eón") de un universo que se crea y se destruye cíclicamente, resurgiendo cada vez de sus propias cenizas con un nuevo Big Bang.
El segundo estudio, publicado en Nature y realizado por Christian Marinoni y Adeline Buzzi, dos físicos de la Universidad de Provence, en Francia, vuelve a poner sobre el tapete la teoría del universo plano, y encuentra en una vieja idea de Albert Einstein, desechada por el físico alemán al considerarla errónea, una posible "llave" para comprender la energía oscura, la misteriosa fuerza antigravitatoria que parece ser la responsable de que la expansión del universo se esté acelerando. Si ambas teorías se demuestran correctas, podrían desencadenar una nueva revolución en Cosmología, y dar un vuelco a nuestra comprensión del mundo que nos rodea.
Según la teoría dominante en la actualidad, el universo en que vivimos se originó hace 13.700 millones de años a partir de un único punto de densidad infinita, del que surgió, en forma de Big Bang, la realidad que conocemos. Durante sus primeros instantes de existencia, el universo era una ardiente sopa de partículas libres (no asociadas en átomos), a miles de millones de grados de temperatura (unas condiciones, por cierto, que acaban de ser reproducidas con éxito en el LHC, el gran acelerador de partículas de 27 km de diámetro que hay en la frontera franco suiza) y en rápida expansión. Al ir el universo expandiéndose, y por lo tanto enfriándose, las partículas pudieron dar lugar a los primeros átomos simples (hidrógeno), que mucho tiempo después la gravedad se encargaría de unir para formar las primeras estrellas y galaxias.
Nuestro destino final
¿Cómo empezó todo? ¿Y cómo evolucionó? Nunca la Ciencia se ha acercado más a las respuestas que ahora. Sin embargo, quedan numerosas cuestiones pendientes, y los investigadores exploran con cuidado cualquier posibilidad, por disparatada que parezca, que pueda aportar una pieza más al rompecabezas. Una de las cuestiones más acuciantes es la de averiguar por qué el ritmo de expansión original no solo no se ha ralentizado desde el Big Bang, sino que se sigue acelerando.
Desde hace décadas se ha venido debatiendo sobre cuál será el destino final del universo. Para llegar a la conclusión de que eso es algo que depende, en gran medida, de la cantidad de masa que contenga. Si la masa total del universo es suficiente para que la fuerza de la gravedad (que es mayor cuanta más masa hay) venza a la fuerza original de expansión, entonces el universo terminará por detenerse, e incluso empezará un proceso de contracción que podría llevarle al colapso (en un evento contrario al Big Bang que los cosmólogos llaman Big Crunch). Pero si la masa total no es suficiente, entonces nada podrá detener la expansión, y el universo se hará cada vez más grande, con su materia cada vez más dispersa, para terminar siendo un enorme y negro vacío cuando se apague hasta la última de las estrellas.
En su afán por medir la masa total del universo, sin embargo, la Ciencia se ha encontrado con varias sorpresas. La primera es que la materia ordinaria, la que brilla y forma las galaxias, las estrellas y los planetas, apenas constituye un 4% del total de la masa del universo, absolutamente insuficiente para frenar la expansión. Otro 22% corresponde a "otro tipo" de materia, una que no puede ser detectada directamente por nuestros instrumentos porque no emite luz ni ninguna otra clase de radiación. Se la conoce como "materia oscura" precisamente por eso. Sabemos que está ahí (por los efectos gravitatorios que produce en la materia ordinaria), pero nadie ha podido verla jamás.
¿Y el restante 76% ? Los científicos, incapaces de dar una respuesta, acuden al término "energía oscura", una misteriosa fuerza que, actuando en el sentido opuesto de la gravedad, sería la responsable de que el ritmo de expansión universal se siga acelerando.
Rebote de otro universo
Y es aquí precisamente donde encajan las dos investigaciones hechas públicas esta misma semana. Penrose, por su parte, analizando los datos del satélite WMAP (que mide la radiación de microondas que permea el universo entero, los rescoldos del calor del Big Bang), ha encontrado una serie de patrones de distribución (en forma de círculos concéntricos) que podrían explicarse como "atisbos" de otros universos acaecidos antes del Big Bang. Lo cual supondría que el universo que conocemos no es más que una etapa, o rebote, de un universo mucho más viejo que crece y se contrae cíclicamente, surgiendo una y otra vez de múltiples Big Bang. Nosotros estaríamos en medio de una de esas etapas o "eones". Pero en un futuro lejano, el universo volverá, de alguna manera, a tener las condiciones que hicieron posible el Big Bang. Según el físico británico, en esos momentos la geometría del universo será "muy suave" y lineal.
Algo que es tremendamente consistente con el segundo de los estudios publicados esta semana. En efecto, Marinoni y Buzzi han conseguido demostrar, midiendo la distorsión de la luz que nos llega de 500 parejas de galaxias lejanas, que vivimos en un universo plano, y no en uno curvo o incluso esférico, como muchos pensaban. Si ambos están en lo cierto, podríamos estar a punto de desvelar algunas de las cuestiones fundamentales que la Humanidad viene planteándose desde que el rimer hombre alzó la vista hacia el cielo nocturno y se preguntó por lo que estaba viendo.
¿Esférico, curvo o plano?
¿Cuál es exactamente la geometría del universo? ¿Vivimos dentro de una especie de esfera de múltiples dimensiones o se trata más bien de un tejido espaciotemporal que se curva suavemente y sin llegar nunca a cerrarse sobre sí mismo? ¿O puede que incluso no se curve en absoluto y que en realidad habitemos en un universo plano? La cuestión, uno de los mayores interrogantes de la Cosmología, tiene para nosotros implicaciones muy concretas y que van mucho más allá de ser simples cuestiones teóricas. De hecho, la geometría del universo influye de forma decisiva en los objetos que observamos.
En un espacio curvo o esférico, la luz que nos llega de galaxias o estrellas lejanas se deforma durante su largo viaje, de manera que la imagen que vemos no se corresponde con la realidad, sino que está distorsionada. Sería, en cierta medida, igual que mirarnos sobre la superficie de una bola metálica y ver nuestro rostro completamente deformado. En un espacio plano, sin embargo, esa distorsión no existiría y nos permitiría ver los objetos celestes tal y como son.
Por eso, Marinoni y Buzzi decidieron buscar pruebas de esas distorsiones observando 500 parejas de galaxias distantes en órbita la una alrededor de la otra. Usando las magnitudes de las distorsiones observadas, Marinoni y Buzzi fueron trazando la forma que tiene el tejido espacio temporal. Una forma que, según han podido determinar, refuerza la posibilidad de que vivamos en un universo plano.
ASÍ SON LAS MISTERIOSAS SEÑALES DE UN UNIVERSO ANTERIOR
Los círculos oscuros muestran regiones del Universo más frías de lo habitual
Los círculos concéntricos detectados por el físico Roger Penrose pueden desvelar la existencia de un cosmos antes del Big Bang
El investigador de la Universidad de Oxford Roger Penrose, uno de los físicos más brillantes de la actualidad, anunció la pasada semana el descubrimiento de «atisbos» en el fondo cósmico de microondas -los ecos lejanos del Big Bang- de la existencia de otro universo anterior a la gran explosión. Lo que vio Penrose fue una serie de círculos concéntricos en los que la temperatura de la radiación es notablemente menor que en otros puntos del Universo, y esos anillos son los que se muestran en la fotografía sobre estas líneas.
En un artículo publicado en ArXiv.org, Penrose explica que ha analizado unos patrones circulares que aparecen en el fondo cósmico de microondas y que sugieren algo impresionante: que el espacio y el tiempo no empezaron a existir en el Big Bang, sino que nuestro universo existe en un ciclo continuo de «rebotes» que él llama «eones». Antes de nuestro universo hubo otro y, en consecuencia, después del nuestro surgirá uno nuevo. Y así una y otra vez.
Ventanas al pasado
Los círculos que vemos en la imagen son los que, según Penrose, nos permitirán ver más allá del Big Bang. Es nuestra ventana no solo al pasado, sino también a un nuevo tipo de conocimiento. Estos círculos son descritos como marcas dejadas en nuestro eón por las ondulaciones esférica de las ondas gravitacionales que se generaron cuando los agujeros negros colisionaron en el eón anterior. Si Penrose está en lo cierto, cambiará todo lo que creíamos saber sobre nuestros más lejanos orígenes.
ASÍ SON LAS MISTERIOSAS SEÑALES DE UN UNIVERSO ANTERIOR
Los círculos oscuros muestran regiones del Universo más frías de lo habitual
Los círculos concéntricos detectados por el físico Roger Penrose pueden desvelar la existencia de un cosmos antes del Big Bang
El investigador de la Universidad de Oxford Roger Penrose, uno de los físicos más brillantes de la actualidad, anunció la pasada semana el descubrimiento de «atisbos» en el fondo cósmico de microondas -los ecos lejanos del Big Bang- de la existencia de otro universo anterior a la gran explosión. Lo que vio Penrose fue una serie de círculos concéntricos en los que la temperatura de la radiación es notablemente menor que en otros puntos del Universo, y esos anillos son los que se muestran en la fotografía sobre estas líneas.
En un artículo publicado en ArXiv.org, Penrose explica que ha analizado unos patrones circulares que aparecen en el fondo cósmico de microondas y que sugieren algo impresionante: que el espacio y el tiempo no empezaron a existir en el Big Bang, sino que nuestro universo existe en un ciclo continuo de «rebotes» que él llama «eones». Antes de nuestro universo hubo otro y, en consecuencia, después del nuestro surgirá uno nuevo. Y así una y otra vez.
Ventanas al pasado
Los círculos que vemos en la imagen son los que, según Penrose, nos permitirán ver más allá del Big Bang. Es nuestra ventana no solo al pasado, sino también a un nuevo tipo de conocimiento. Estos círculos son descritos como marcas dejadas en nuestro eón por las ondulaciones esférica de las ondas gravitacionales que se generaron cuando los agujeros negros colisionaron en el eón anterior. Si Penrose está en lo cierto, cambiará todo lo que creíamos saber sobre nuestros más lejanos orígenes.
En un principio el Universo era líquido
Los físicos aceleraron e hicieron chocar entre sí partículas a altas energías
Físicos del LHC recrean los primeros microsegundos tras el Big Bang a 10 billones de grados y se llevan algunas sorpresas
Como prometía, la «máquina de Dios» continúa de sorpresa en sorpresa. Los físicos del Gran Acelerador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés) de la Organización Europa para la Investigación Nuclear (CERN), han llegado a una insólita conclusión tras realizar un experimento a altos niveles de energía, en el que recrearon los «primeros microsegundos después del Big Bang». Tras acelerar una serie de partículas, el equipo cree que, en esos primeros momentos, el Universo no solo era muy caliente y denso, sino que, y aquí viene la novedad, se comportaba como un líquido.
Los científicos, entre los que se encuentran investigadores de la Universidad de Birmingham (Reino Unido), aceleraron y chocaron entre sí núcleos de plomo en las más altas energías posibles en el detector Alice del LHC, el anillo circular situado a cien metros bajo tierra en la frontera entre Suiza y Francia. De esta forma, generaron unas «bolas de fuego» subatómicas muy calientes y densas, recreando los primeros microsegundos después del Big Bang a temperaturas de 10 billones de grados.
En estas altísimas temperaturas, la materia normal se mezcla en una exótica sopa primordial conocida como plasma quark-gluón. Varios modelos de la física teórica predicen que ese plasma se comportaría como un gas a estos altos niveles de energía, pero los primeros resultados de los científicos del LHC los echan por tierra. No es precisamente un gas lo que han descubierto los investigadores. «Estos primeros resultados parecen sugerir que el Universo se comportó como un líquido muy caliente inmediatamente después del Big Bang», afirma David Evans, de la Escuela de Física y Astronomía de la Universidad de Birmingham. Aunque tampoco es la primera vez que se sugiere esta idea, los experimentos anteriores, realizados en EE.UU., habían sido realizados a bajas energías, y se desconocía lo que ocurriría cuando se subiera el pistón. Ahora ya no hay duda.
A por otras dimensiones
Esta conclusión llega siete meses después de que la «máquina de Dios» comenzara a colisionar protones a alta energía. «Estamos aprendiendo más sobre los inicios del Universo», se alegra Evans. Con toda probabilidad, no será, ni mucho menos, el último resultado. Los científicos esperan que en los próximos meses el LHC vuelva a proporcionar nuevos descubrimientos. Los responsables de otro de sus detectores, el Atlas, creen que el próximo año serán capaces de encontrar el evasivo bosón de Higgs, descubrir dimensiones extras y obtener partículas relacionadas con la materia oscura.